"Desde niña aprendí el arte del telar observando a mi abuela, pero nunca imaginé que estas manos podrían construir una empresa. Al principio, tejía solo por las noches y vendía mis mantas en la feria dominical para ayudar con los gastos de la casa. Mis productos gustaban mucho a los turistas, pero me faltaba capital para comprar lana de alpaca de buena calidad y teñir mis propios hilos."
"Toqué muchas puertas, pero al ser artesana informal, nadie me prestaba. La Cooperativa Los Andes fue diferente. El asesor vino hasta mi casa, vio mis telares y entendió el valor de mi trabajo. Con el primer crédito compré insumos por mayor, lo que redujo mis costos y mejoró mis ganancias. Pude formalizarme y empezar a emitir boletas."
"Ahora no trabajo sola. He organizado a cinco vecinas del barrio y juntas producimos pedidos grandes para enviar a tiendas en Cusco y Lima. La Cooperativa no solo me dio dinero, me dio la dignidad de sentirme empresaria y la oportunidad de que nuestra cultura llegue a más lugares del mundo."